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La
referencia a la conciencia es algo habitual en el hombre. Y puede ser que si
nos preguntan: ¿qué entiendes por conciencia?, la respuesta sea que la
conciencia es aquel hábito que determina la bondad o la malicia de los actos.
¿Eso es así? ¿Es la conciencia la única norma moral? La conciencia, ¿crea la
bondad o la malicia de nuestras acciones o, por el contrario, se adecua a una
norma objetiva? Vamos a intentar resolver estos interrogantes tan fundamentales
para la vida del hombre, pues de ellos depende, en gran parte, su salvación
eterna.
CONCEPTUALIZACIÓN
– LA CONCIENCIA HUMANA origen en el vocablo latino consciencia
(“con conocimiento”), la conciencia es el acto psíquico mediante el cual una
persona se percibe a sí misma en el mundo. Por otra parte, la conciencia es una
propiedad del espíritu humano que permite reconocerse en los atributos
esenciales.
La
etimología de la palabra indica que la conciencia incluye aquello que el sujeto
conoce. En cambio, las cosas inconscientes son las que aparecen en otro nivel
psíquico y que son involuntarias o incontrolables para el individuo.
La conciencia para la psicología
Este
proceso, aunque resulta sumamente sencillo a simple vista, es el resultado de
varios fenómenos psíquicos que tienen lugar en la mente de los individuos a
cada instante sin que él tenga total noción de ello. Para resumirlo, este
proceso consiste en percibir el entorno a través de los sentidos y analizarlo
con la información que se tiene (las cuales fueron desarrolladas a partir de
las experiencias con las que el individuo haya tenido que enfrentarse), la
memoria.
LA
CONCIENCIA MORAL
La
conciencia moral, en lenguaje popular, es esa voz interior que nos obliga a
actuar de una forma y también nos dice si son correctas o no nuestras acciones.
Precisando un poco podemos decir que la conciencia moral es la capacidad de
juzgar las acciones, no solo las nuestras sino también las de los demás, como
buenas o malas. Es la que orienta nuestra conducta en la dirección que la
persona considera correcta.
Conciencia moral y ley de Dios
El
cogito, ergo sum de Descartes ha influido en la mente del hombre moderno más de
lo que normalmente se supone. Desde Descartes existe la tentación de dar por
real lo que la evidencia interior asegura: existo porque pienso, y no es así.
La verdad es: «pienso, porque existo». La mesa existe no porque la piense yo,
sino porque tiene una realidad extra mental. La postura cartesiana pasada al
terreno de la ética se explicitaría del siguiente modo: «pienso que está bien,
luego se puede hacer», «no lo veo claro, pues entonces no lo hago». Y
evidentemente eso no es así. El entender sigue al ser, no le precede.
Clases de conciencia
No
es lo mismo estar seguro de algo que dar en el clavo. La primera es la
conciencia cierta, la segunda es la conciencia verdadera. Una es la seguridad
subjetiva y la otra la objetiva. Pues bien, no basta con «estar seguro»
(conciencia cierta), además hay que actuar con la ley (conciencia verdadera).
Formación de la conciencia
En
cualquier materia intentamos alcanzar el mayor número de
conocimientos para ser doctos en aquel saber. Y si no los alcanzamos, evitamos
hablar del tema por indoctos. Pero, ¿sucede lo mismo con los temas relativos a
la fe ya la moral? Muchas veces se pontifica sobre lo que se ignora. Por todo
ello, «la conciencia tiene necesidad de formación. Una educación de la
conciencia es necesaria, como es necesario para todo hombre ir creciendo
interiormente, puesto que su vida se realiza en un marco exterior demasiado
complejo y exigente.
conocimientos para ser doctos en aquel saber. Y si no los alcanzamos, evitamos
hablar del tema por indoctos. Pero, ¿sucede lo mismo con los temas relativos a
la fe ya la moral? Muchas veces se pontifica sobre lo que se ignora. Por todo
ello, «la conciencia tiene necesidad de formación. Una educación de la
conciencia es necesaria, como es necesario para todo hombre ir creciendo
interiormente, puesto que su vida se realiza en un marco exterior demasiado
complejo y exigente.
Añade
el Catecismo que «la educación de la conciencia es tarea de toda la vida (...)
garantiza la libertad y engendra la paz del corazón» (CEC, 1784). Por ello, la
formación de la conciencia seguirá reglas parecidas a las de toda formación.
Sin embargo, a la hora de aplicarlas, no podemos olvidar un dato
importantísimo: lo que pretendemos al formar la conciencia no es simplemente
alcanzar una habilidad o desarrollar una facultad, sino conseguir nuestro
destino eterno. Esto nos lleva a ver unos cuantos presupuestos básicos de la
formación de la conciencia.
EN
LA VIDA COTIDIANA
El
ser humano que quiera ver las cosas sencillamente como son, sin gran
interpretación, sin habladurías, sin filosofía y todo ese enredo
nebuloso, en ocasiones actúa sin conciencia las personas que hacen maldades y
tienen malos pensamientos hacia el prójimo.
Sin
embargo también hay personas de buenos sentimientos, de conciencia limpia y
pura, que solo buscan hacer el bien sin mirar a quién.
Entre
los seres humanos hay diferente tipo de conciencias.
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